Hay días en los que salir en bici se convierte en un placer. El aire golpea en la cara y el cuerpo recibe una dosis extra de libertad. Y hay otros en los que es mejor quedarse en casa, porque en apenas unos minutos el agua del bidón se transforma en un caldo, en un líquido desagradable que no sirve para nada. Tal vez resulte una descripción un poco salvaje pero cuando una ciclista se sube a la bici para disputar la primera etapa de la Volta a las 3 de la tarde y con 30 grados sabe que no se va a encontrar con un camino de rosas.

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