Acumulaba 2.200 whatsaps sin responder. El viernes 21 de junio las felicitaciones eran por partida doble. La exhibición frente a Italia y su cumpleaños. Entre tanta vorágine, trata de ponerse al día con los mensajes. Le gusta personalizar sus respuestas, como en sala de prensa, no lo despacha con un reenviar a todos de manual. Es “muy detallista, respetuoso y puntual” cuentan los que conviven con Luis De la Fuente en el día a día de la concentración. Evoca a Vicente del Bosque.
Es un líder poco ruidoso pero sueña alto. “Siempre está abierto a escuchar, pero la última decisión es suya”. Eso denota seguridad en uno mismo. A la Eurocopa ha viajado con un libro, Arde Roma. Una obra histórica, que relata la caída del Emperador Nerón y el incendio que arrasó la capital del imperio. No hace tanto, De la Fuente tuvo que salir a apagar las llamas que provocó con sus aplausos a Rubiales. Su cruz. Se avergüenza, no se reconoce en las imágenes, acepta las críticas merecidas. Ha creado un cortafuegos para impedir el paso al vestuario de todos los incendios que siguen activos en la Federación.
Encuentra la fortaleza en la fe. Es muy creyente. Se persigna siempre antes de los partidos. Tiene muy presentes a sus padres que ya no están, y al hermano que perdió el 21 de noviembre por culpa del maldito cáncer. Es fiel a los suyos. En la Federación se apoya mucho en la figura de Paloma Antoranz. Para algunos jugadores es como un segundo padre. A la mayoría de los que hoy brillan en la Eurocopa les ha visto crecer, y “sabe lo que necesitan para ser felices”. No toma café, y eso que es muy madrugador. El primero en pisar el gimnasio por la mañana. No falla a su cita diaria con el gimnasio. A veces entrena con música de Julio Iglesias, le chifla, y puede presumir de haber conocido a su ídolo musical. Cantar es otra de las aficiones de De la Fuente, fuera del banquillo. ¿Le veremos cantar “Vuela Alto” el 15 de julio?