Hay una palabra que resuena como un mantra en el campamento base de la selección española en Donaueschingen: Humildad. Hay que ser humildes como lo es la H, letra de la que soy tan hincha que les contaré que es la única que ilustra mi piel. Se tiene a la hache por una letra insulsa que no genera expectativas, una letra prescindible que en realidad es enormemente útil y solidaria pese a su discreción. Sin ella no podríamos diferenciar una ola de un hola, ni el búho disfrutaría del hiato que le permite acentuar esa u que ulula en medio de la noche.
Derivada del hebreo, significa “cerrado”, de ahí la barra en medio de su grafía. Octava letra del alfabeto latino y sexta del español es la más auténtica de las letras, porque siendo el único grafema que no representa a ningún fonema, no siempre es muda como bien saben en Hawai. Gabriel García Márquez abogó por su desaparición y otros la desprestigiaron hasta convertirla en una “casi no letra”. Pero la H se ha mantenido vigente como un comodín del abecedario por su caprichoso carácter.
Solidaria y hospitalaria
La H es chingona cuando se reúne con la C, hermosa cuando se asoma con elegancia al inicio de una palabra y vehemente si la ocasión lo precisa. Es la más hospitalaria de las consonantes porque su heterodoxia hace que no rechace a nadie. Tiene algo de hipnótica y al tiempo opera de hija y hermana. Nada se intercala mejor que una hache, que además designa al más ligero de los elementos de la tabla periódica, el hidrógeno (H). Aunque se escriba sin hache, hay pocas letras tan… inspiradoras. De Homero a Houellebecq, de Herman Hesse a Víctor Hugo, de Herodoto a Heidegger. El mundo sería peor sin el capitán Ahab persiguiendo a Moby Dick, sin los evocadores cuadros de Hopper o sin escuchar a Herbie Hancock al piano en el tocadiscos de una buhardilla.
Quienes encuentran la hache insustancial deberían entrar a un campo de rugby para comprobar en sus carnes lo caro que sale ganar cada centímetro hasta la H rival para ensayar con honor. De todos los regalos que nos hace la hache, el más valioso es, sin duda, el humor. Nos lo enseñaron Chaplin y Groucho. Así que ya sea intercalada, muda, caprichosa o vehemente, reivindiquemos el valor de la H, la letra menos hipócrita del abecedario. Y en Alemania, el país más consonante de la Tierra, estos días los hispanos de De la Fuente, el de Haro, reivindican la H… con humildad.