Nico Williams and Lamine Yamal play rock, paper, scissors / Pablo Garcia/RFEF

Piedra. La extraordinaria Eurocopa de España alumbra una nueva filosofía de equipo, a la que, gracias al espíritu juvenil de Nico y Lamine, podríamos bautizar como la España de la piedra, papel y tijera. País futbolero pero poco dado a reflexionar sobre el fútbol, más de sentirlo que de explicarlo, más de clubes que de selección, durante muchos años el debate sobre el ADN del fútbol español se zanjó con la furia. Era un concepto muy español, de tercios de Flandes, de “qué buen vasallo si tuviera un buen señor”. A falta de talento y de innovación, la furia representaba el ímpetu, el amor a la patria y el valor que, como en la mili, se suponía. El paroxismo de la furia fue el Mundial de España, una selección de Camacho, Juanito y Santillana que se estrelló. La furia, con algunas gotas de calidad, daba para lo que daba: para gestas heroicas como el 12-1 a Malta y el 5-1 a Dinamarca en Querétaro y para caer en cuartos. La furia era el rostro ensangrentado de Luis Enrique en EEUU y la expresión desencajada de Hierro contra un tal Al Ghandour en el Lejano Oriente. Con la furia, hubo más episodios de historia negra que de luz.

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