¿Es de esas personas que evita consultar el tiempo de uso de su teléfono móvil porque se siente culpable o se avergüenza de las horas que dedica a las redes sociales? ¿Desarrolla un impulso incontrolable de repasar actualizaciones, likes, mensajes, sin tan siquiera ser consciente de ello?
El uso de las redes sociales debería limitarse a 30 minutos al día, según un estudio de la Universidad de Pensilvania. Aquellos que superamos esta barrera, deberíamos considerarnos adictos. Rodri no tiene ese problema, Rodri Hernández huye de este mundo digital: no le gusta la sobreexposición, no tiene redes, y cada vez más le cuesta contestar los whatsapps. Su tiempo de uso de la pantalla lo invierte en volver a ver partidos, en su afán por mejorar, sólo revisa los que le han dejado mal sabor de boca.
Rodri encarna el espíritu más clásico del fútbol, su sencillez se convierte en algo exótico en un mundo de lujos y opulencia. El faro de la selección mantiene el dorsal 16 desde canterano, que lució su ídolo Busquets, y sigue jugando con la camiseta por dentro, como cuando era un niño y le vestía su madre.
Es un guasón que se pone la “máscara de capitán y de seriedad” -citando sus propias palabras- cuando toca dar ejemplo. No juega a piedra, papel, tijera, ese juego que han vuelto a poner de moda Nico y Lamine. Admira la inocencia que irradian y la alegría que contagian la pareja al grupo. Aunque también les ha caído alguna mini bronca de Rodri en alguna charla grupal. No todo son risas, en la escuela de Guardiola la disciplina es fundamental.
Recurre a la calma como el mejor antídoto para sobreponerse cuando el viento sopla en contra, la pausa que reclamó a los compañeros frente a Georgia surtió efecto para contrarrestar los nervios que se apoderaban del equipo. En Manchester tiene un máster de gestión de frustración ante férreos sistemas defensivos de rivales que se va creciendo, con el paso de los minutos y el marcador favor. En Guardiola ve un genio y en De la Fuente una figura que da poso, tranquilidad y libertad a los jugadores.
Resulta curioso que después de 6 años en la Selección, con el que tenga más afinidad sea un recién llegado, Dani Vivian, que debutó hace apenas 3 meses. Comparten ratos libres jugando a dardos -los pocos que le quedan a Rodri- porque invierte la mayor parte del tiempo en recuperarse de una temporada sin tregua: para Guardiola es difícil prescindir del mejor y el calendario no lo decide él.
Es una estrella de fútbol excepcionalmente normal: el que hace años mantiene el ritual de llamar a su pareja Laura antes de cada partido, el que no sigue modas a pesar de las críticas cariñosas de sus compañeros del City por la sobriedad en sus estilismos. Y el que bajo ningún concepto piensa tatuarse la piel, ni como promesa, en caso de ganar la Eurocopa. A personalidad no le gana nadie. Muchos suspiran por ver a Rodri de nuevo en España cuando expire su contrato con el City en 2027, tendrá 31 años.
Si ya de por sí es difícil vaticinar el futuro, en el mundo del fútbol es casi imposible… Pero donde no logro visualizarlo, es en un destino que está tan en auge como Arabia Saudi, porque Rodri, este Rodri, no sigue modas.