El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se ha reunido este lunes con el presidente chino, Xi Jinping, para hablar de la guerra en Ucrania. “Plan de paz 3.0”, lo ha llamado en sus redes sociales. Orbán es un verso libre en la disciplina europea con excelentes lazos con Pekín y Moscú. A la capital china ha aterrizado unos días después de que su visita a Rusia irritara a muchos en Bruselas.
Unas dos horas han hablado Xiy Orbán en Diaoyutai, la casa de huéspedes oficial situada al sur de la plaza de Tiananmén. La finalidad del viaje es involucrar a China en su misión de sentar a Kiev y Moscú a negociar. El final de la guerra, ha aclarado Orbán, depende de las tres grandes potencias globales: Estados Unidos, la UE y China. De la última ha aplaudido sus “constructivas e importantes iniciativas” para conseguir la paz y la estabilidad que le da a un mundo turbulento. Xi ha pedido a todos los líderes globales que ayuden a Moscú y Kiev a recuperar el diálogo directo, según la televisión pública china.
El viaje de Orbán, sin anuncio oficial previo, es otra iniciativa diplomática alternativa al plan defendido por Washington y Bruselas. China y Brasil están reclutando apoyos para su proyecto de seis puntos que incluye el inmediato alto el fuego. El presidente húngaro se reunió recientemente en Kiev con Volodímir Zelenski y más tarde con Putin en Moscú. Sus razones son incontrovertibles: cada día hay menos países con los conductos abiertos con ambos bandos en la guerra y es su deber moral aprovecharlos. Hungría y China están en ese grupo.
Presidente de turno de la UE
Carece de eco e influencia Orbán en Bruselas pero su presidencia rotatoria en el Consejo Europeo le confiere más empaque institucional. Putin se refirió a él a su llegada al Kremlin como un alto representante europeo y pronto se le aclaró desde Bruselas que Orban sólo hablaba en su nombre y carecía de más competencias que las de los asuntos ruso-húngaros. “El apaciguamiento no detendrá a Putin”, señaló Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea y martillo pilón contra Rusia y China. Es probable que su visita a Pekín genere las mismas críticas.
Orbán y Xi ya hablaron dos meses atrás cuando el segundo, en su primer viaje postpandémico a Europa, intentó frenar los impuestos a los vehículos eléctricos chinos. Su parada en Hungría fue la menos exigente. Orbán es un acérrimo sinófilo que ignora con desparpajo los repudios de sus colegas europeos y atendió en Pekín la última edición de la Ruta de la Seda, la gigantesca iniciativa comercial china, en un contexto de boicoteo occidental. La UE persevera en el desacoplamiento con Pekín mientras Orbán fortalece sus lazos comerciales y económicos: Hungría cuenta ya con varias fábricas de baterías chinas y en el sur del país abrirá pronto BYD, líder en vehículos eléctricos, su primera planta en Europa.
Orbán también cuida la concordia con Moscú y en la guerra de Ucrania se alinea con las posturas equidistantes del Sur Global. Se ha esforzado en bloquear, aguar o retrasar las sanciones de Bruselas a Moscú y las ayudas económicas a Kiev. A muchos ha exasperado y, a cambio, ha conseguido que aún haya un gobierno en Europa bien avenido con Rusia y Ucrania.