“Ahora, a por Presupuestos”, reconoce un miembro del Consejo de Ministros. Ese es el hito que se ha fijado el Gobierno. Sin perder de vista la situación política en Cataluña y el temor, que cada vez, admiten, es más real, de una nueva convocatoria electoral. Comienza a acrecentarse la sensación de que el socialista Salvador Illa no consiga el apoyo de ERC para ser presidente de la Generalitat; a la vez que siguen en sus trece los que, desde el inicio, han dicho que se lograría “en el último momento”.
Pero, al margen de la “cuestión catalana”, pese a que “todo lo marca”, en el Gobierno tienen fijado como prioritaria la aprobación de unos nuevos Presupuestos Generales del Estado. Presentarlos “en tiempo y forma”, es decir, aprobados en el último martes de septiembre y llevarlos al Congreso para su tramitación en octubre. Unas cuentas que no enviarán a las Cortes si no hay consenso previo. Y una vez este julio se apruebe el ‘techo de gasto’ y los objetivos de déficit.
Consideran que su aprobación ayudaría a asentar la legislatura y espantar todos los augurios de una nueva cita con las urnas antes de tiempo. Y a reforzar el mensaje que, una y otra vez, asesta Pedro Sánchez de que queda “Gobierno para rato” y legislatura por delante.
De hecho, desde su escaño, y tras un cara a cara igual de bronco que siempre con Alberto Núñez Feijóo, este miércoles Sánchez se dirigió al Hemiciclo para lanzar un mensaje “a todas sus señorías: quedan tres años por delante de legislatura, y muchos acuerdos por alcanzar”.
Estas palabras del presidente del Gobierno tuvieron lugar en la última sesión de control al Ejecutivo en la Cámara Baja y ni 24 horas después de que el PSOE y el PP hubiesen firmado el primer gran pacto desde que Sánchez llegó a La Moncloa, en junio de 2018.
El acuerdo, que pone fin a cinco años de bloqueo de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, muchos lo quieren ver como una “nueva etapa”en las relaciones entre populares y socialistas. Pero, lejos de la realidad, en el PSOE y en Moncloa lo enmarcan en una vuelta a “la normalidad” democrática, cuando el principal partido de la oposición llegaba a pactos con el Gobierno… “hasta que el PP se borró”, como remarcan desde Ferraz para que no se pierda la perspectiva de que la demora en este acuerdo ha sido por los populares.
Con sus palabras, y como se ha visto estos días también con hechos, Sánchez apuesta por agotar la legislatura y “seguir con la mayoría de la investidura hasta el final”.
Los socialistas están dejando al PP y, especialmente a Feijóo, que estos días desarrolle la estrategia que considere “para administrar el acuerdo internamente” y de ahí que entiendan la actitud que empleó en el ‘cara a cara’ con Sánchez. Entonces, el presidente del Ejecutivo se mostró conciliador y abierto a más pactos, mientras el presidente del PP mantuvo sus críticas hasta el punto de aseverar que “no hay regeneración democrática posible mientras (Sánchez) siga siendo presidente”. Misma posición de siempre atacando a Sánchez, al que incluso le pidió explicaciones sobre las informaciones de su entorno familiar que provocaron el suspiro del presidente: “Para usted la perra gorda”.
Si no se hubiera producido la firma entre Félix Bolaños y Esteban González Pons del acuerdo en Bruselas, con el inédito fondo de la Comisión Europea para un asunto nacional, parecería que nada ha cambiado esta semana. Y prevalecería el argumentario del Gobierno presumiendo de acuerdos y de situación económica frente a un PP subido, según Moncloa, en la “máquina del fango”.
Y esa es la misma sensación a la que algunos en el PSOE se aferran para evidenciar que el PP está en la misma posición de siempre y que “no hay gran coalición que valga” tras el pacto, cuando Feijóo nos acusa de ser Nicaragua. “No creo que el PP se vaya a transmutar”, reconoce un miembro del Gobierno.
Porque “si el PP tuviera en su mano tumbar al Gobierno, lo haría”, dicen en el Ejecutivo, de manera que saben que la buena relación actual se circunscribe al “reparto” de cargos que necesitan – y que siempre se ha realizado así – entre los dos principales partidos, aunque en algunas jugadas contando con otros partidos. Porque “el partido de la oposición ha sido necesario siempre para aprobar ciertas cosas que requieren una mayoría cualificada en el Congreso”, apuntan en las filas socialistas. Y, desde luego, está lejos de fallarles el olfato. El halago de Pons dedicado a Bolaños, su “es casi el principio de una amistad”, ha chirriado en el mismo alto mando popular haciendo honor a la máxima según la cual “al enemigo, ni agua”.
Por ello, para el Gobierno “no cambia la legislatura” y siguen de la mano de los socios “de la investidura”, aunque ahora les toca desmontar los “celos” que tienen los socios, que “no quieren que pactemos con el PP” porque parece que son “menos influyentes”. Y es ahí donde se enmarca la materialización de compromisos ya alcanzados, por ejemplo, con Junts.
Antes de la llegada de las vacaciones, ansiadas por muchos en los pasillos del Congreso porque “estamos saturados” tras el ciclo electoral, queda un mes de julio con plenos para el nombramiento de los vocales del CGPJ y la previsión de nuevos pactos entre PSOE y PP, entre otros, para designar a la persona al frente del Banco de España. Pero nada más, porque “visto lo visto, creo que poco se va a pactar con el PP”, concluyen desde Moncloa.