El Barça no ha ganado este año ningún título y muchos culés se irán de vacaciones felices. La consolidación de Lamine Yamal como uno de los grandes futbolistas de Europa ha despertado la ilusión entre una afición acostumbrada últimamente a conformarse con muy poco. La explosión mediática de Lamine coincide con uno de los momentos más complicados de Laporta y es que las preocupaciones se acumulan sobre la mesa del presidente.
Desde el punto de vista deportivo la temporada ha sido nefasta y en el apartado económico la incertidumbre sobre los resultados y sus consecuencias empieza a preocupar al socio tanto o más que la falta de títulos. A todo eso, se suma el nacimiento de nuevos frentes opositores y la reactivación del candidato, Víctor Font.
Hoy mismo se presenta un nuevo grupo de opinión barcelonista y eso siempre debería ser una buena noticia. Se denominan Suma Barça y si cumplen con su lema, bienvenidos sean. El lunes se dio a conocer, entre amigos, otro grupo opositor que niega ser una candidatura, aunque se presentaron como si lo fueran. Los encabeza, Joan Camprubí Montal, el nieto del presidente Agustí Montal y es una mezcla de savia nueva junto a viejos conocidos actores del entorno barcelonistas. Lo hicieron bien, pero llenar un gran jardín con una amplia piscina no es garantía de éxito.
Ante este panorama, aparentemente desolador para el presidente del Barça, es cuando se demuestra que Laporta es un personaje nacido con flor. Quizá no sea la misma que tenía Johan Cruyff, pero lo cierto es que siempre aparece en sus momentos más complicados. Es más, en esta ocasión tiene nombre y apellidos. La brutal emergencia de Lamine Yamal es el mejor bálsamo para Laporta.
De la noche a la mañana, el Madrid de las superestrellas ha descubierto que el astro que más brilla es un futbolista del Barça y no el recién fichaje blanco. Nadie habla ahora de Mbappé, las finanzas del Barça han pasado a un segundo plano y la oposición trabaja en balde para ocupar los restos de los espacios mediáticos que dejan Lamine y compañía. Pues sí, Laporta tiene flor y eso no se logra en ninguna escuela de negocios.