“¿Es usted Don Leo?”. Cuando Leónidas Vargas escuchó la pregunta, supo de inmediato que lo iban a matar. Estaba tumbado en la cama de la habitación 543 del Hospital 12 de Octubre (Madrid) y enseguida se dio cuenta de que aquellos dos tipos ataviados con gorras que le interpelaban no eran enfermeros. Eran sicarios que venían a por él. “No, yo no soy Don Leo”, acertó a contestar. Pero no sirvió de nada. Uno de aquellos tipos le descerrajó cuatro tiros y lo mató en el acto.
Custodiaba la puerta de la habitación otro sicario, de nombre Jonathan Montoya Rendón. Un tipo encargado de vigilar que nadie entrase en la estancia mientras sus dos compañeros remataban la faena; la de matar a Leónidas Vargas Vargas, alias ‘El Viejo’ o ‘Don Leo’. Otrora uno de los 19 narcotraficantes más poderosos del mundo. El capo del Cartel de Caquetá. Un hombre que años atrás había sido uno de los socios más sólidos de Pablo Escobar, durante la edad de oro de los cárteles colombianos.
El tiroteo tuvo lugar el 7 de enero de 2009, poco antes de las 8 de la tarde. Leónidas acudía al centro de salud cuando se encontraba más indispuesto. Hacía tiempo que residía en Madrid bajo una falsa identidad: la de un venezolano llamado José Antonio Cortés Vaquero. Su hipertensión pulmonar le había permitido librarse de prisión y cumplir arresto domiciliario en su chalé de Somosaguas.
El fútbol le delató
Don Leo cumplía esa condena desde 2006, año en el que viajó a Europa para asistir al Mundial de fútbol de Alemania. En su paso por Madrid, fue arrestado y juzgado. El juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, le condenó a 12 años de prisión por narcotráfico. El magistrado le permitió cumplir su pena en casa previo pago de 200.000 euros. Pero además de la condena, Don Leo arrastraba otra deuda pendiente con la mafia colombiana. Y estos no perdonan; decidieron cobrársela quitándole la vida.
El tipo que apretó el gatillo también se llamaba Jonathan, como dos de los que vigilaban. Jonathan Andrés Ortiz. Un colombiano que residía en Fuerteventura y que se ganaba la vida limpiando platos en un restaurante de la isla. Jonathan Andrés Ortiz fue convencido por su novia para viajar a Madrid y culminar el crimen. Él fue quien entró al cuarto de Don Leo junto a Alexander Salazar Cortés y le pegó cuatro tiros letales.
El contingente criminal que acudió al hospital estaba conformado por cinco ciudadanos colombianos: tres varones de nombre Jonathan (Jonathan Andrés Ortiz, que disparó, Jonathan Montoya Rendón, que vigilaba arriba y Jonathan Fajardo Ospina, que vigilaba la puerta de abajo del hospital), Alexander Salazar Cortés (que entró en la habitación de Don Leo) y Edgar Andrés Flores (que también esperaba en la puerta principal del 12 de octubre).
Los cinco salieron del hospital a la carrera tras cometer el homicidio. Acababan de liquidar a uno de los capos más famosos de la historia de Colombia: Don Leo, un tipo que había sido secuestrado en 1987 por las FARC y que, a cambio de su libertad, pagó 20 millones de pesos colombianos (algo menos de 5.000 euros) y armas para que la guerrilla siguiera su acción violenta.
“Vargas, como cualquier capo colombiano de la época, era un tipo excéntrico y ostentoso. Durante el tiempo que pasó en prisión en Colombia grabó un disco de narcocorridos”.
Plaza de Las Ventas
Vargas, como cualquier capo colombiano de la época, era un tipo excéntrico y ostentoso. Durante el tiempo que pasó en prisión en Colombia grabó un disco de narcocorridos. Tras salir, en su hacienda se había hecho construir una piscina con la silueta de Caquetá, el departamento de Colombia del que era originario, así como una plaza de toros a imagen y semejanza de la de Las Ventas de Madrid. Le encantaba la capital de España. Y allí fue detenido por la Policía Nacional cuando se hospedaba en un hotel con documentación venezolana falsa.
Murió Don Leo y sus asesinos fueron detenidos, juzgados y condenados a 25 años de prisión cada uno. Jonathan Andrés Ortiz, alias ‘El Parcero’, como autor material del crimen. Sus cómplices, Alexander Salazar ‘El Chucky’, como la persona que consiguió el arma del crimen. Y Edgar Andrés Flores y José Jonathan Fajardo, como las personas que planearon el crimen pero esperaron abajo, en la puerta del hospital. También fue condenado a 3 años un rumano, de nombre Andrei Cadar, que se encargó de hacer desaparecer la pistola. Un arma que jamás apareció.
Todos condenados… menos Jonathan Montoya Rendón, uno de los tipos que había aceptado cobrar 300 euros por aquel trabajo. Montoya Rendón subió hasta la habitación junto al Parcero y al Chucky, pero se quedó vigilando en la puerta de la 543 para que no entrasen médicos ni enfermeros mientras sus socios ejecutaban a Don Leo. Él fue el único que consiguió poner pies en polvorosa. Y así sigue.
Muy peligroso
Jonathan Montoya Rendón, un colombiano de 1,86 de altura y que en el momento del crimen tenía 25 años, sigue prófugo de la justicia. En 2011 fue ‘condenado en ausencia’ por el Tribunal Supremo español a 24 años y 3 meses de prisión, al ser declarado culpable de asesinato con alevosía. Tiene la piel blanca, complexión atlética y tanto sus ojos como su pelo son de color negro, según la descripción que ha facilitado la policía.
Porque Montoya, que ahora tiene 39 años, es uno de los nombres que figuran en la lista que la Policía Nacional acaba de hacer pública, con los fugitivos más buscados del país. Quince años y medio lleva este criminal huyendo de la justicia española. En esta lista que ahora han hecho pública las fuerzas de seguridad españolas, y que está compuesta por 10 personas, la mitad (cinco fugitivos) tienen en su ficha el sello de “muy peligroso”. Jonathan Montoya Rendón es uno de ellos.
Dice la sentencia que Montoya, que en el momento del crimen residía en Madrid, fue la persona encargada de conducir al Chucky y al Parcero por los pasillos del Hospital 12 de Octubre. Él, según consideró probado un jurado popular, fue quien localizó la habitación de Don Leo en el área de Cardiología del centro hospitalario. Se encargó durante varios días de vigilar los movimientos de Don Leo en el hospital y asegurarse de que iba a estar en su cama cuando llegasen sus compinches. Y permaneció en la puerta mientras los dos sicarios, con un revolver de 9 milímetros y silenciador, acabaron con la vida del legendario capo colombiano.
Esmeraldas
Nadie sabe quién mandó matar a Don Leo. Cuentan en Colombia que detrás de ese ajuste de cuentas se encuentra un famoso empresario del sector de las esmeraldas. Pero su nombre jamás apareció en el sumario. Nunca fue condenado. Ni siquiera llamado a declarar. Lo que sí se sabe es que, fuese quien fuese el que ordenó ejecutar a Don Leo, solamente pagó 2.150 euros por ese crimen. Y que nunca ha pagado por ello.
Los condenados siguen pagando su crimen, aunque algunos ya se encuentran disfrutando de permisos, dado que la sentencia fue dictada hace más de 13 años. El único que ha conseguido esquivar la acción de la justicia es uno de los tres Jonathan que participaron en el homicidio. Montoya Rendón. Un hombre que lleva media vida huyendo y que se ha ganado el apelativo de “el fugitivo más escurridizo de España”.