El nuevo arsenal terapéutico frente a la obesidad del que dispone Europa -en España acaba de autorizarse un nuevo medicamento de Lilly- abre una nueva era para los pacientes y hace que los expertos se replanteen a quién deben ir dirigidos los fármacos. Y se pronuncian: el sistema para diagnosticar y afrontar la enfermedad ya no puede basarse exclusivamente en el Índice de Masa Corporal (IMC) porque está excluyendo a muchas personas que se podrían beneficiar de esos medicamentos. “Hay que ir más allá de ese concepto o su uso exclusivo”, señala a El Periódico de España, del mismo grupo editorial que este diario, la doctora María del Mar Malagón, presidenta de la SEEDO (Sociedad Española de Obesidad).
La Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO, por sus siglas en inglés) ha presentado un nuevo enfoque para el diagnóstico, el estadiaje y el tratamiento de la obesidad en adultos, publicado en ‘Nature Medicine’. A pesar del “amplio reconocimiento” de que es una enfermedad multifactorial, crónica, recurrente y no transmisible, el diagnóstico todavía se basa únicamente en los valores de corte del IMC -el corte estándar para el diagnóstico de obesidad es un IMC de 30- y “no refleja el papel de la distribución y la función del tejido adiposo en la gravedad de la enfermedad”, señalan.
Criterios de inclusión
Las guías actuales se basan en la evidencia derivada de ensayos clínicos, en los que los criterios de inclusión, si se habla de medicamentos y procedimientos bariátricos (quirúrgicos y endoscópicos) o metabólicos, se basan en valores de corte antropométricos -estudio cuantitativo de las características físicas- más que en una evaluación clínica completa, indican los autores.
La “aplicación estricta” de estos criterios excluye el uso de medicamentos para la obesidad o procedimientos bariátricos a pacientes con valores bajos de IMC
“En la práctica actual, la aplicación estricta de estos criterios basados en la evidencia excluye el uso de medicamentos para la obesidad o procedimientos metabólicos/bariátricos en pacientes con una evidencia sustancial de padecer obesidad, pero con valores bajos de IMC“, apuntan.
IMC de 25
Los miembros del comité directivo proponen que, en particular, se considere el uso de medicamentos en pacientes con un IMC de 25 kg/m2 o superior, una relación cintura-talla superior a 0,5 y la presencia de deficiencias o complicaciones médicas, funcionales o psicológicas, independientemente de los valores de corte actuales del IMC.
Obesidades, en plural. Es lo más exacto cuando se habla de una enfermedad que puede provocar numerosas alteraciones clínicas. Así lo sostiene desde hace tiempo la doctora Gema Frühbeck, codirectora del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra y una de las expertas que ha participado en el consenso europeo. “Es un posicionamiento en el que lo que tratan es de reafirmarse en que el IMC es solo un indicador”, señala por su parte la doctora Malagón.
Veintinueve expertos
Endocrinólogos, internistas, nutricionistas, especialistas en cirugía bariátrica o representantes de pacientes -hasta un total de 29 expertos- han participado en esa declaración que trata de establecer “un marco práctico”. Porque, recuerda la presidenta de la SEEDO, hace tiempo que los especialistas intentan “promocionar que es una enfermedad basada en una acumulación excesiva y anómala del tejido adiposo. Se plantea considerar otras cuestiones y, en particular, la acumulación de tejido adiposo abdominal que es el visceral y es el que es el que tiene mayor asociación de riesgo cardiovascular”.
Un parámetro añade la médico, que “abre la puerta” a que se consideren las aproximaciones farmacológicas terapéuticas a personas con un IMC inferior. Por eso, el grupo directivo de la EASO, entre los que se encuentran presidentes y expresidentes la asociación, ha elaborado esas recomendaciones para que estén en línea con los últimos conocimientos y desarrollos científicos.
Grasa visceral
El posicionamiento deja claro que la acumulación de grasa abdominal (visceral) es un factor de riesgo importante para el deterioro de la salud, también en personas con un IMC menor y aun sin manifestaciones clínicas claras. “Hay que valorar que no solo se trata de acumulación de grasas, sino las complicaciones clínicas que puede tener”, incide la doctora Malagón.
En el consenso de los especialistas europeos se recomienda la valoración de diferentes aspectos, también cuestiones como la salud mental o la calidad del sueño, y siempre equiparando la obesidad al mismo estatus de otras enfermedades, como dolencia crónica y recurrente que es.
Los autores dicen que “esta declaración también puede ser una llamada a las compañías farmacéuticas y a las autoridades competentes para su regulación para que utilicen criterios de inclusión que se adhieran más a las etapas clínicas de la obesidad y menos a los límites tradicionales del IMC a la hora de diseñar futuros ensayos clínicos con medicamentos“.