Alejandro Moro Cañas (Madrid, 2003) debutará este martes en un Grand Slam. Lo hará en Wimbledon, el torneo que le ha llamado la atención desde pequeño, desde que veía a Novak Djokovic y Roger Federer ganarlo y, sobre todo, desde que su madre, empleada de hogar, y su padre, carpintero, “vivieron al límite” para que pudiera cumplir su sueño y ser hoy un tenista profesional que se pasea por el All England Club como si fuera su casa.
Moro, que ha pasado la fase previa eliminando por el camino a piedras como Damir Dzumhur y a la gran promesa Joao Fonseca, deja de ver el entrenamiento de Carlos Alcaraz en Wimbledon, para atender a los medios españoles enviados a Wimbledon. Son diez minutos en los que el madrileño desvela la ilusión que le hace estar en el All England Club, en los que pone en valor sus orígenes humildes y en los que también deja ver sus supersticiones. Ni sabe que puede medirse a uno de sus ídolos, Novak Djokovic, en segunda ronda, ni conoce la cantidad de dinero que se embolsará por haberse clasificado al torneo.
“En mi familia no ha habido mucha afición de tenis”, relata sobre su descubrimiento del tenis. “Todos han sido deportistas, pero no a nivel de haber hecho nada profesional ni habérselo tomado muy en serio. Como cualquier niño, me apuntaron a muchos deportes de pequeño. Estaba en baloncesto por entonces, pero mi padre aparcó un día delante de las pistas de tenis. Cuando me iba ya para casa le dije: “oye, ese deporte me llama un poco la atención, me apetece practicarlo” y acto seguido me apuntó al mes siguiente y “ya empecé a jugar un poquito a los nueve años”.
La escalada de Moro, de 23 años, en los ránkings ha sido lenta y durante el último año ha batallado para meterse por primera vez entre los 200 mejores del mundo. Lo consiguió tras pasar la previa del ATP 250 de Múnich, donde le frenó en segunda ronda Taylor Fritz, y tras ganar en abril el Challenger de Roma, donde derrotó al primer cabeza de serie.
“Soy un jugador más de poquito a poco, de ir creciendo mi nivel poco a poco. Hace cuatro o cinco años empecé a jugar torneos profesionales, Futures y tal, y llevo dos años ya asentado en el circuito Challenger y, poquito a poco, voy dando estos pasitos de intentar estar sólido en estos torneos, los mejores torneos del mundo”, resume Moro, que agradece la confianza que depositaron en él Emilio Sánchez Vicario, con sus academias, y sus ahora entrenadores, David Flores y Vova Nikolenko.
“Han apostado por mí desde el primer minuto con esa parte (económica) y han confiado en que yo tenía nivel para poder llegar a esta situación. Sin ellos no estaría aquí”, matiza.
Lo mismo ocurre con sus padres, quienes no lo tuvieron fácil para poder ayudarle a llevar a cabo el sueño de ser tenista.
“Vengo de una familia en la que los medios no han sido lo que más nos ha sobrado nunca. Mi madre ha sido empleada de hogar siempre y mi padre carpintero. Hicieron una serie de sacrificios grandes, se privaron de bastantes cosas para que yo pudiera jugar, llegaron a ir un poco al límite, pero apostaron desde el primer momento. También tuve suerte de que en la escuela de Alcalá de Henares, donde empecé, también apostaron por mí”.
Como jugador, Moro asegura que le tira más Wimbledon que Roland Garros porque sus ídolos eran Novak Djokovic y Roger Federer, pero que, intentando salirse de lo obvio, menciona a Roberto Bautista, con el que se enfrentó en Valencia en un Challenger, como uno de sus referentes.
“Para mí Rober es un ejemplo muy grande y estoy muy agradecido con él por cómo me ha tratado desde que le conocí. Le he seguido un montón, siempre me ha encantado mucho cómo juega y me sentí identificado con él. Cuando tuve la oportunidad de jugar contra él fue un momento increíble, para mí fue un antes y un después incluso en mi carrera y en mi vida”.
En la siempre difícil tarea de describirse a uno mismo, Moro dice que tiene “la garra española” de jugar desde atrás y “jugar muchos tiros”, pero que, a medida que ha crecido como tenista, va aprovechando más el saque, a lo que está favoreciendo mucho la aclimatación a una hierba que, antes de esa fase previa, solo había probado en Mallorca el año pasado y este en un Challenger.
“Esta superficie te educa un poco a terminar los puntos más arriba en la red y es algo más diferente a lo que es el tenis español. Creo que me está haciendo mejorar bastante mi tenis y darme cuenta de las de las cositas que tengo que mejorar también para ir mejorando y subiendo puestos”.
Antes de responder a las preguntas, Moro le cede una bolsa llena de gorras y diferentes recuerdos de Wimbledon a su entrenador. “Me han dado un regalo de bienvenida en el torneo que venía con una tarjeta regalo para gastar en la tienda, así que tengo que llevarle cosas a todos mis amigos. Me encantaría poder traérmelos. Esto es para que por lo menos tengan un recuerdo”.
Quizás esa oportunidad de que sus amigos acudan al All England Club pueda existir en segunda ronda, y es que, si el español vence al invitado local Jacob Fearnley, podría verse las caras con Novak Djokovic, incluso en la pista central de Wimbledon.