Ganó las elecciones europeas del pasado 9 de junio y celebró un G7 en el sur de Italia que la colocó en el centro de la escena mundial. Todo parecía ir viento en popa para Giorgia Meloni. Pero desde entonces ha sido al revés: a la primera ministra italiana solo le han llegado malas noticias. Lo primero fue su exclusión del reparto de los altos cargos de la Unión Europea. Lo último, la decisión del mandatario húngaro de crear un nuevo grupo europeo de extrema derecha, Patriotas por Europa, que no sólo le ha robado Vox, que anteriormente formaba parte de Reformistas y Conservadores Europeos (ECR), la formación que lidera Meloni en Europa, sino que también allí se han mudado la francesa Marine Le Pen, la jefa de Reagrupamiento Nacional, y Matteo Salvini, el de la Liga, que previamente se encontraban en Identidad y Democracia (ID).
Con este preámbulo, debilitada ECR y debilitada Meloni, la mandataria italiana no ha tardado mucho en convertirse en carne de cañón. Todo ha transcurrido en el tiempo récord de unas dos semanas. Y el más aguerrido en atacarla ha sido precisamente Salvini, consciente también de que él sigue siendo uno de los socios sénior de la coalición que permite Meloni esté en el poder. Tras meses en los que el legüista se erigió a competidor interno, Salvini ha redoblado la apuesta al amenazar esta semana a Meloni por su eventual apoyo a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. “Un sí a Ursula es el comienzo de su fin“, ha dicho Salvini.
Se ha consumado así uno de los escenarios sospechados tras los comicios europeos en los que el líder de la Liga quedó además en tercera posición dentro del bloque de derecha, adelantado incluso por otro rival interno, la formación de Antonio Tajani, Forza Italia (que parecía destinada a la desaparición tras la muerte de su fundador, Silvio Berlusconi). Lejos de eso, aun desde su papel de animal herido pero peligroso, Salvini continúa a diario desbaratando las cartas, e incluso acaba de dar él el provocador anuncio de que uno de los aeropuertos de Milán podría pasar a llamarse como el difunto Berlusconi.
Acertijo imposible
Al endiablado acertijo de cómo se resolverán todas estas tensiones dentro del Gobierno italiano y de cara a la nueva configuración europea, Meloni de momento no ha dado una respuesta. Al revés, la política ha esquivado todo comentario sobre el nuevo grupo de Orbán, que es acusado de prorruso, una línea roja para la italiana ya que ella es una ferviente atlantista. Todo cuando el tercer elemento en discordia es también Tajani, cuya formación pertenece a los populares europeos, y que ha tachado a Patriotas por Europa de bloque “sin ninguna influencia“.
Esto ha ocurrido, además, después de que el propio Tajani sugiriera días atrás que Meloni no tiene otra alternativa que la de dar su apoyo a Von der Leyen si quiere conseguir que Italia consiga algún puesto de relevancia, es decir, más que el comisario que habitualmente le toca al país. Eso, o quedarse completamente aislada en la UE.
En verdad, las tendencias de Forza Italia y la Liga que, junto con Hermanos de Italia, forman parte de la coalición gubernamental, apuntan desde el comienzo del mandato de Meloni en direcciones distintas. Pero ahora una nueva encrucijada para Meloni, sin embargo, se acerca. Lo más inmediato será la votación del Parlamento Europeo del 18 de julio, en el que deberá dar el sí o el no a Von der Leyen. Lo que podría acarrearle problemas dentro de su Ejecutivo, sea cual sea su decisión final.