Cuatro embarcaciones militares rusas han llegado a Cuba este miércoles después de atravesar el Atlántico durante una semana. La flota incluye un submarino de propulsión nuclear que por la noche desarrolló ejercicios militares a apenas unas horas de su arribada al continente americano, disparando misiles de alta precisión contra objetivos enemigos simulados desde una distancia de más de 600 kilómetros. Cuba salió al paso de las críticas para decir que los buques, que se quedarán a 45 kilómetros de las costas de EEUU, no portan armas nucleares. El Departamento de Defensa de EEUU dijo que no percibe amenaza pero desplazó varios buques de guerra para seguir de cerca la trayectoria de la flotilla rusa a su paso junto a la costa de Florida.
Lo notorio es que estas maniobras llegan solo unos días después de que Joe Biden permitiera a Ucrania utilizar armas estadounidenses en territorio ruso. En respuesta, el presidente ruso, Vladímir Putin, aseguró que iba a “mejorar los sistemas de defensa aérea” que tiene estacionados en sus países aliados, como Cuba.
No es la primera vez que buques de la Armada rusa son enviados a Cuba. La última vez fue el mes de julio pasado, cuando un solo barco de entrenamiento recaló en el puerto de La Habana durante cuatro días, la visita más larga que se conoce en años. Sin embargo, la flota es mayor esta vez y es inevitable que remita a la histórica crisis de los misiles de 1962, un momento crucial en la Guerra Fría que condujo a lo que ya son 60 años de aislamiento en Cuba, hasta el punto que la isla atraviesa actualmente su peor crisis económica y humanitaria en décadas, y la deja a expensas del envío de petróleo y suministros de procedencia rusa.
“Cuba quiere volver a la conversación con EEUU y verse bajo el manto protector de Rusia”, explica a EL PERIÓDICO, del mismo grupo editorial, Abraham Jiménez, disidente cubano y escritor radicado en España. “Es sintomático que en 2024 tenga que estar echando mano de estrategias de los 60”, añade. Cuba quiere quiere quedar a la recíproca de la ayuda recibida por Rusia “hasta el punto que ha enviado soldados cubanos a la guerra en Ucrania, algo totalmente inadmisible”, añade.
Jiménez, de 34 años, forma parte de la generación de voces disonantes que, en lugar de ser castigadas con el encierro, el propio Gobierno cubano les sacó un pasaporte y les expulsó del país en contra de su voluntad. El giro se produjo a partir de las sonadas protestas del verano de 2021, la primera vez que los cubanos salieron a la calle al unísono, protestando por la falta de comida y medicamentos. “Ahora nadie me tapa la voz pero no veo lo que está pasando”, se lamenta Jiménez.
Reparto de culpas
Por su lado, el exdiplomático cubano José Cabañas defiende que Cuba ha informado debidamente a EEUU de la llegada de los buques y señala al bloque occidental como culpable de la reciente escalada de tensiones. “La OTAN ha incumplido todas las promesas de no expandirse hacia el este, creando enormes riesgos estratégicos”, explica desde Cuba a este diario. Por ejemplo, en julio “Cuba denunció la presencia de un submarino nuclear estadounidense en el perímetro de la Base Naval ubicada en el territorio ilegalmente ocupado en Guantánamo, y pocos medios de países que se consideran aliados de EEUU consideraron nuestras preocupaciones como una noticia”. Entre estas preocupaciones, el funcionario, que pasó 37 años en el servicio diplomático cubano, apunta a “la inexplicable permanencia de Cuba en la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo“, que incluye a solo cuatro países, y en la que se incluye Siria, Irán y Corea del Norte, y se excluye a Rusia.
Ecos del pasado
Cuba se convirtió en aliado clave de la antigua URSS con la revolución de Fidel Castro en 1959, lo que llevó a la isla a albergar brevemente misiles nucleares soviéticos en 1962. El entonces presidente americano, John F. Kennedy, exigió la retirada de estos a su homólogo ruso, que accedió sin avisar al país anfitrión, algo que hizo sentirse ninguneado al régimen cubano.
“También entonces fue un teatro orquestrado”, compara Lázaro González, disidente y cineasta cubano exiliado en EEUU. “Usaron a Cuba como un juguete en medio de los dos imperios”, y añade que a pesar de la disolución del bloque soviético, el paralelismo entre los dos incidentes es que “justifica un gobierno dictatorial siempre preparado para el combate”.
Espejismos de acercamiento
Los presidentes Barack Obama y Raúl Castro se acercaron diplomática y comercialmente en la década de 2010, pero fracasó el intento de cerrar Guantánamo. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca revirtió la mayoría de los avances y firmó una orden ejecutiva para mantener la cárcel abierta indefinidamente.
A su turno, Biden relajó algunas restricciones a raíz de las protestas de 2021 en La Habana y la represión que siguió. Pero pese a su expresado “deseo” de “eventualmente levantar las restricciones” a las remesas y permitir que los estadounidenses viajen a Cuba, solo se ha enfocado en limitar la migración irregular. Los avances de la era Obama, apenas vigentes por un breve espacio de dos años, han quedado archivados como un espejismo engañoso.