El primer ministro húngaro, el ultranacionalista Viktor Orbán, no parece dispuesto a detenerse en sus andanadas en solitario y ha sumado una reunión con Donald Trump a su presencia en Estados Unidos, tras cerrarse la cumbre de la OTAN. Su propósito, según ‘The Guardian’, es trasladar al candidato republicano a la Casa Blanca, su aliado político junto con Vladímir Putin, los resultados de la “misión de paz” para Ucrania que le llevaron hace unos días a Moscú y Pekín.
La supuesta gira mediadora empezó inmediatamente después de asumir Hungría la presidencia de turno del Consejo Europeo. Primero viajó a Kiev, donde se reunió con el presidente Volodímir Zelenski; luego se trasladó a Moscú, donde lo hizo con el líder del Kremlin, Putin, y finalmente siguió a Pekín, donde le recibió Xi Jinping. Desde Bruselas saltaron las advertencias y protestas tanto de la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, como del alto representante europeo de Política Exterior, Josep Borrell. Aclararon que Orbán no acudía en calidad de “presidente de turno” de la UE, mientras otros líderes, como el canciller alemán, Olaf Scholz, condenaban tal misión. La serie de visitas “sorpresa” del líder húngaro no habían sido coordinadas ni mucho menos bendecidas por Bruselas. En una reunión de embajadores de la UE se criticó al primer ministro húngaro, mientras se busca cómo impedir que siga adelante con esas supuestas misiones de paz.
El encuentro con Trump, hacia quien Orbán tiene más afinidades políticas que las que guarda con el actual presidente de EEUU, Joe Biden, es una especie de guinda en la serie de provocaciones con que el líder ultranacionalista está salpicando su semestre de presidencia del Consejo Europeo. A Orbán se le reconoce como el más poderoso aliado del Kremlin dentro del bloque comunitario. La reunión con Trump incide además en los temores nada disimulados dentro de la OTAN a un regreso del republicano a la Casa Blanca, en medio de la incertidumbre acerca del futuro político de Biden.
Nuevo grupo en la Eurocámara
Los desafíos de Orbán se producen hacia diversos flancos. Por un lado, por esas “misiones de paz” no consensuadas y presuntamente más cercanas a los planes de Trump o Putin que a los de Kiev. Por el otro, por su reforzamiento como nuevo líder de una de las ramas de la familia ultraderechista europea. Orbán, cuyo partido Fidesz quedó fuera del grupo de los Populares Europeos en 2021, se atrajo primero al FPÖ austriaco, partido que según los pronósticos ganará en las elecciones del país alpino en septiembre. Luego integró asimismo en los llamados Patriotas para Europa al Reagrupamiento Nacional de la francesa Marine Le Pen y completó su ronda con otros partidos de ese espectro, incluido el español Vox, con un total de 84 escaños en la Eurocámara. Se sitúa así por encima de los Conservadores Reformistas (ECR) de la italiana Giorgia Meloni, con 78 puestos, y a distancia del marginal grupo capitaneado por la radical Alternativa para Alemania (AfD), con 25 eurodiputados.