Todos pasaron por algún percance menos él. Llevaba el mismo tipo de bici con la que ganó la Strade Bianche, la carrera toscana que recorre una tierra blanca que en Italia llaman ‘sterrato’. Parecía como que le faltaba espacio, dureza, más madera que es la guerra. Tadej Pogacarlo intentó una y otra vez, en el gravel del Tour, en tierras de champán.
Jonas Vingegaard siempre fue a la caza del esloveno, aunque corriera con bici prestada. Primoz Roglic pasó por un calvario, Remco Evenepoel empezó muy fuerte y acabó pidiendo el tiempo, mientras a Álex Aranburu (Movistar), fugado de salida, se le escapó una victoria que tenía al alcance de sus ruedas machacadas y manchadas en gris.
Ganó un ciclista francés que nunca con 30 años y 10 de profesional había destacado salvo con algunas posiciones de honor en clásicas como la segunda plaza de la Milán-San Remo de 2022, Anthony Turgis, corredor del Total Energies, invitados por el Tour, que sumó el triunfo más importante de su vida profesional, para que la meta de Troyes, donde no cabía un alfiler, estallara de júbilo por el éxito de uno de los suyos.
Fue una etapa disputada con el cuchillo en la boca, el estreno del Tour sobre caminos de carro, donde la mayor parte del año sólo pasan tractores. Fue el día de los nervios a flor de piel; los que se adivinaban en un ambiente envenenado en la salida de Troyes, empezó y acabó en el mismo lugar, mucha más ansiedad que la que se percibe antes del inicio de un día clave por los Pirineos o los Alpes.
Porque era un día raro para todos. Todos corriendo con ruedas gordas y poco hinchadas, todos temiendo la reacción de Pogacar, el que salió de su autocar con el tiempo justo de acudir a la línea de salida entre los gritos exaltados de un público entregado, que se disponía a presenciar una etapa para la historia.
14 sectores de gravel
Si sólo se apunta el nombre del vencedor, integrante de una fuga, y que los favoritos llegaron todos juntos a 1.46 minutos, si no se hubiese seguido todo el follón que hubo en directo, si no se hubieran superado 14 sectores de gravel, con curvas donde se desbocaba la bici como un caballo inquieto, sería fácil pensar que se había corrido una etapa más, del montón, de fuga más o menos permitida y con los favoritos pensando en la jornada de descanso de este lunes.
¡Qué incierto! En el primer sector ya se organizó la de San Quintín en el día de San Fermín. No cabían todos a falta nada menos que de 157 kilómetros. ¡Pie a tierra! Lo nunca visto, corredores empujando la bici, entre ellos Primoz Roglic. Nadie cayó, por poco, pero ya estaba organizada la contienda del Tour.
La avería de Vingegaard
Roglic fue el primero en sufrir y la señal para un pinchazo inoportuno de Jonas Vingegaard al que salvó su compañero esloveno -son pocos, pero están en todas partes- Jan Tratnik; misma estatura e idéntica talla de bici. Con la bicicleta de su gregario hizo toda la etapa Vingegaard, prueba de la excitación que reinaba sobre el Tour. “¡Va con la bici de Tratnik!”, le repetían a Evenepoel desde la radio del coche porque todos van mirando la tele, que hace de espía, y les proporciona detalles que no se ven en directo.
Evenepoel probó desde lejos como siempre hace en la Lieja-Bastoña-Lieja, pero a mayor distancia incluso que en la clásica belga que ha ganado dos veces. A 77 kilómetros de meta fue a buscarles las cosquillas a Pogacar y compañía. Pogacar apenas le dio 20 metros de alegría. ¡A por él! Pegado a su rueda, fue Vingegaard, por su supuesto.
Los tres se quedaron solos. Era el anuncio a un día grande de ciclismo sobre tierra que se quedó sólo en un suspiro. Evenepoel movió el brazo pidiendo el relevo. Pogacar se lo ofreció. Vingegaard, ni hablar del peluquín. No le interesaba. “Cada uno hace su carrera, pero parece que me tiene miedo. Sólo se fija en mi rueda y no en la de los demás”, lamentó Pogacar. ¡Que lleguen ya los Pirineos, van calentitos! “Fue una lástima que Jonas no colaborara. ¡Si vamos los tres sacamos 3 o 4 minutos al resto!”, se quejó Evenepoel.
El último ataque
Aún lo volvería intentar Pogacar a 22 de meta, pero Vingegaard corría con todo el equipo y aunque Evenepoel casi se va al suelo unos kilómetros antes, la etapa ya estaba vista para sentencia, para que los de la fuga, sobre todo Turgis, lograra su día gloria, algo que contar a los nietos, algo para recordar y algo que no pudo conseguir el conjunto Movistar -presencia en carrera que ya es mucho- el día que lo tuvieron tocando de las manos. Así es el Tour… y la vida misma.