Su historia comienza con él arrodillado, el culo bien levantado y la cabeza y los brazos apoyados en una silla, preparado para recibir una de las muchas palizas que le da su padre con un cinturón de cuero. Cuando termine, lo dejará encerrado, sin cenar, y en ese tiempo solo y a oscuras, el chico rubito imaginará venganzas y soñará que mata a su padre. Pero el tiempo del rencor solo acaba de empezar. Su madre le obligará a comer bife con puré durante años, se reirán de él en el colegio y le llamarán Mentira, por sus piernas cortas, soñará con ser portero “y ganar guita a lo loco y cogerme todo lo que quiera”, pero le echarán del equipo cuando falle uno de esos goles imposibles de fallar. Le pedirá a su padre que le compre un perro y él le dirá que se lo pida a los Reyes Magos a ver si con suerte le traen uno embalsamado. Le mirará las tetas a su madre mientras se desviste y se meterá en la cama de su hermana Karola para acariciarla y revolcarse con ella durante la noche. Será el batería de una banda de rock y querrá que le llamen Pájaro, pero el alias se quedará en Paja, y hará honor a su nombre artístico porque coger con chicas, la verdad es que cogerá poco. Probará la cocaína y le gustará bastante y alguien le preguntará qué quiere ser en realidad, y él contestará que quiere ser tantos que ni su vieja va a saber quién es, y que no entiende por qué las personas creen que tienen que ser una sola.
Él, dice, no caerá en esa trampa y será muchos: tendrá un perro llamado Sansón o varias réplicas suyas cuando muera, será un hombre casado o un soltero frustrado, será estudiante universitario o jugador de fútbol. Será, tal vez, el dueño de una flotilla de taxis, un indigente, el dueño de un despacho especializado en evasión fiscal o un extorsionador profesional de inmigrantes ilegales. Querrá dinamitar el Estado, será un misógino vocacional, tal vez un tertuliano a los gritos en televisión o, incluso, aspirante a presidente de Argentina.
Casi todo es posible para Julio Méndez, protagonista de Vidas de J.M., la nueva novela del escritor argentino Martín Caparrós, una novela experimental, digital e interactiva, tan fragmentaria y juguetona como aquella colección de libros juveniles llamada Elige tu propia aventura. Aquí, la aventura la vive, además del lector, un personaje que se nutre e inspira claramente en el presidente argentino Javier Milei, lo que convierte este libro en un acontecimiento literario con carga política. La novela se publica este lunes, alojada en la revista Anfibia, publicación digital de referencia de la crónica y el ensayo periodístico argentino y latinoamericano a la que Caparrós ha donado los derechos del libro para ayudar a reconstruir su sede, arrasada tras sufrir un incendio el pasado mes de marzo. El precio por descarga es de dos mil quinientos pesos, unos dos euros al cambio, aunque existe la posibilidad de aumentar la donación a cuatro mil. Vidas de J.M. es una novela que son muchas, en la que el lector irá recorriendo un camino distinto según los links que elija cliquear. Tras una primera parte en la que Caparrós explora la infancia y adolescencia de J.M., su vida adulta se abre en tres posibles itinerarios y cada uno de ellos, en varios finales posibles. “Nadie leerá el mismo libro”, dice el autor, “pero ‘elegir’ es una palabra engañosa: al cliquear un link, el lector no sabe adónde va”.
“Hace mucho que tenía ganas de experimentar con una novela interactiva”, explica Martín Caparrós a este diario, “porque es muy curioso que, pese a todos los cambios técnicos que ha habido en las últimas décadas, seguimos escribiendo novelas como si la única opción fuera el papel. Me sorprenden los pocos intentos que hacemos para ver qué se puede hacer con estas nuevas formas técnicas”. Caparrós, afincado en Madrid desde hace años, admite que a finales de 2023 decidió “probar dos o tres historias, pero esos días estaba demasiado obsesionado con lo que estaba pasando en Argentina con las elecciones y el triunfo de Milei, y en algún momento se ve que puse en contacto mis dos obsesiones del momento: por un lado, la escritura de una novela interactiva y por otro, todo aquel desastre. Entonces se me ocurrió esta idea de armar un personaje que quizás pudiera, si acaso, con muchos reparos, hacer pensar en un señor que parece que ahora gobierna Argentina”.
Lo hará en capítulos tan cortos como una story de Instagram o un vídeo de TikTok en los que utilizará el monólogo interior, la tercera persona y un humor salvaje y corrosivo. Y ese Julio Méndez que tanto recuerda a Javier Milei será un tipo enormemente resentido, al que nadie toma en serio y del que muchos se burlan, educado por los curas, con un padre maltratador y muy poco éxito con las mujeres, a excepción de su hermana. Será un apóstol del libre mercado y del desmantelamiento de Estado. Será, en el fondo, un pobre diablo, un tipo al que todo le sale mal pero no es su culpa, dirá, “es este país de mierda, carajo, que cuando querés hacer algo bien siempre te castiga. Acá los únicos que prosperan son los chorros y los hijos de puta. Hasta que no aparezca un hombre fuerte que se los coja a todos, que ponga orden y arme un país en serio… Pero qué va a aparecer, si ni para eso tenemos los huevos que hacen falta”.
Un Milei “no tan repugnante”
Dice Caparrós a El Periódico de España, de Prensa ibérica, que “el problema es que este personaje es infinitamente menos dañino y repugnante que Milei porque era imposible crear un personaje que fuera tan repugnante y tan dañino como el presidente de la Argentina. Entonces, casi se podría pensar que esto es como una especie de, no sé cómo decirlo, de gran mejora o lavado de cara del señor Milei. Obviamente, usé mucho de su figura para armar a J.M., a Julio Méndez, pero todo el tiempo me chocaba con el hecho de que las cosas que Milei hace o dice son tan desagradables que es difícil inventar un personaje que haga todo eso. Mi personaje siempre se quedaba por debajo, era como un Milei casi bueno”.
—Su personaje es bastante despreciable…
—Sí, pero no tanto como él.
“La idea era crear un personaje que pudiera ayudar a algunos a entender a ese otro personaje inverosímil que ahora gobierna la Argentina”, dice Caparrós, que también deposita esa elección en manos del lector: “Si quieres entenderlo, quizás te ayude a entenderlo. Si quieres despreciarlo, quizás te ayude a despreciarlo. Si quieres reírte de él, quizás te ayude a reírte de él. Pero yo (con la escritura) no traté de comprender nada, no traté de entenderlo. Lo único que me falta ahora es tratar de entender a Milei”, dice, “pero ojalá esta novela funcione en el sentido de plantar cara o de mostrar ciertas caras, de poner en evidencia qué es lo que hay en la Casa de Gobierno y en la Argentina en general, que estamos gobernados por un desquiciado resentido y lo más notorio es que es el representante de un país que debe estar muy resentido y un poco desquiciado”.
“Nunca pensé que la Argentina fuera un país donde una mayoría de personas pudieran elegir para que los gobernara, para que los representara, a semejante esperpento”
Martín Caparrós”, escritor y periodista argentino
“Mi madre y mi hijo viven en Argentina. Tengo dos hermanas y hermanos que siguen allí”, dice Caparrós, “soy muy argentino y un poco español, y me da mucha vergüenza, por un lado, desesperanza por otro y, sobre todo, extrañeza. Nunca pensé que la Argentina fuera un país donde una mayoría de personas pudieran elegir para que los gobernara, para que los representara, a semejante esperpento. Eso es lo que me impresiona. Y mi sensación, todo el tiempo, en estos últimos meses, es que me equivoqué al pensar cómo era mi país, un país que eligió a este señor es un país que yo no conozco, que yo no entiendo”.
A lo largo de toda la novela y sus bifurcaciones, el autor jugará con la ambigüedad y acercará por momentos su Julio Méndez al Javier Milei real para luego alejarlo o distorsionarlo, como si estuviera construyendo muchos Milei posibles cuyas vidas terminan justo en ese momento en el que el azar tal vez le lleve a querer dedicarse a la política y ganar las elecciones. “Sí, en uno de los finales él piensa en la posibilidad de ser candidato a presidente”, explica Caparrós, “pero justamente lo que allí se dice es que no puede serlo porque hay un presidente en ese momento que se llama Javier Milei y tiene que esperar para presentarse, aunque quizás no tenga que esperar tanto porque lo está haciendo tan mal que a saber cuánto dura. Es uno de los temas que más gracia me hace porque ahí está claro que este señor no es Javier Milei, es como una manera de reírse con el lector de todo lo que el lector y yo hemos pensado durante el resto del recorrido. La novela está llena de esas cositas. Y, de todas maneras, lo que también me interesa de esta estructura es esta idea de cómo pequeños azares o pequeñas necesidades pueden hacer que la vida de cada uno sea radicalmente distinta de lo que podría haber sido”.
¿Cómo cree que le irá a su país en el futuro? “Creo que la enorme ventaja que tiene Milei para sostenerse es que no hay ninguna alternativa, porque aquello que por el momento aparece como alternativa son aquellos partidos que llevaron a Argentina al desastre que permitió su elección. Eso es, en este momento, todavía su gran sostén, y mientras no se construya alguna alternativa viable en Argentina, y eso no parece estar sucediendo, es probable que tengan que soportar a este señor”, dice Caparrós, que estos días última también su próximo libro, que publicará en octubre con el título de Antes que nada, “un libro que nunca pensé que iba a escribir y que son mis memorias atravesadas por la enfermedad”.
“Caparrós juega con las reglas del enemigo”
Al periodista Cristian Alarcón, ganador del Premio Alfaguara con su novela El tercer paraíso y director de la revista Anfibia, le sorprende de Vidas de J.M. “la potencia del artefacto, cómo el genio creativo de Caparrós logra construirlo a partir de cuatro o cinco supuestos rasgos de carácter de un presidente tan polémico, singular, tóxico y dañino como Javier Milei, y lo hace estallar en las vidas de un Julio Méndez que por momentos adquiere una verosimilitud extraordinaria”. Alarcón, como Caparrós, también se pregunta “hasta qué punto este personaje, Julio Méndez, no es, peligrosamente, una versión mejorada del presidente argentino y hasta dónde hablar de su excentricidad”. El director de Anfibia recuerda que se hicieron las mismas preguntas cuando publicaron Sin control, un podcast sobre Milei, antes de que ganara las elecciones, que acumula más de un millón de escuchas: “Hablar de su relación con los perros muertos, el modo en que fue señalado por un supuesto dios para ser presidente, la particularísima relación que tiene con su hermana, a la que convierte en la mujer más poderosa de la Argentina, el modo de agresión psíquica que ocupa permanentemente para con los enemigos que elige, el modo en que elige a sus enemigos… Todo eso da la sensación de que no hace otra cosa que aumentar su popularidad y consagrarlo como el líder político de ultraderecha que muchos están esperando y necesitan”.
Sin embargo, el periodista cree que esa duda “tampoco puede frenarnos en la producción intelectual, porque si yo me tengo que poner a pensar que la escritura de una novela tiene que ver con el éxito o el fracaso de un proyecto político, estoy perdido como editor, como lector y como creador”. Sobre si la ficción tiene una capacidad para oponerse y enfrentarse a la realidad de la que carece el periodismo, Alarcón confiesa que desconfía “plenamente de que los artefactos artísticos transformen el mundo o tengan ese deber, cada vez desconfío más de las posiciones que apelan a una politicidad de la obra de arte per se. Eso no desmiente la condición política de todo lo que producimos artísticamente, pero me aburre soberanamente la idea de un compromiso por el cual el artista tiene el deber de hacer lo que la puta sociedad no hace. No siento que Martín Caparrós y yo tengamos ese deber y no me preocupa si con la novela algunos nos acusan de que Milei gobernará los próximos ocho años”.
“Lo que queda por analizar de los discursos de la política ultra en todo el mundo es su carácter inventivo, bizarro y siempre en el límite de lo verosímil. Ideas simples y sencillas que calan tan profundo que no se vuelven a olvidar”, Cristian Alarcón, escritor y periodista, director de la revista ‘Anfibia’
Alarcón cree que tras la publicación de Vidas de J.M. este lunes se dibujan dos escenarios: “Uno, que Milei siga negando, pintándonos al óleo, como decimos en Argentina, todas las investigaciones que Anfibia ha publicado desde que surgió como líder político hasta ahora. Anfibia se ocupa de analizar la ultraderecha y quizás fue el primer medio que lo hizo hace ocho años con un perfil de Agustín Laje, un joven filósofo que es íntimo de Javier Milei. Ese texto produjo una avalancha de visitas y una polémica en el interior del progresismo, que nos acusó de darle prensa al enemigo. Con este postulado, el de darle prensa al enemigo, el periodismo le fue dando la espalda a la novedad enorme que se estaba gestando y que no es de ayer. La popularidad de este sujeto tiene por lo menos diez años”. La segunda opción, prevé el periodista, es que haya “una acción coordinada de quienes lo sustentan para manchar, perjudicar o acusarnos, vaya a saber de qué, a nosotros como editores y Martín como autor. Pero no me preocupa”.
La clave, cree Cristian Alarcón, y no es el único, está en “la narrativa que disputamos” y lo que queda “por analizar de la construcción de los discursos de la política ultra en todo el mundo es su carácter inventivo, su carácter eminentemente creador, bizarro y siempre en el límite de lo verosímil. Ideas simples y sencillas que calan tan profundo que no se vuelven a olvidar. Esta extraordinaria capacidad de las ultraderechas las vuelve cada vez más poderosas y las izquierdas no hacen otra cosa que complejizar su discurso y alejarse de la posibilidad de ser comprendidas por la mayoría. Cuando aparece un Martín Caparrós capaz de trascender el afán de la comprensión y dice aquí no hay nada para comprender, aquí hay algo para inventar, creo que está jugando, y quizás sea uno de los primeros, con las reglas del enemigo. Vamos a ver el efecto que produce. Pero a mí me produce una cierta fantasía”.