En enero de 1848, los muros de los edificios de Palermo aparecieron llenos de mensajes en los que se anunciaba que el 12 de ese mes, coincidiendo con las celebraciones con motivo del cumpleaños del rey, estallaría una revuelta popular para reclamar libertad y mejoras sociales. Los mensajes iban firmados por un supuesto “comité revolucionario” que, si bien podía ser revolucionario, lo que estaba claro es que no era un comité. Detrás de ese aparente colectivo organizado estaba una única persona: Francesco Bagnasco, un veterano de las revoluciones de 1820, convencido de que la población siciliana, harta de los borbones, secundaría un movimiento revolucionario con tan solo leerlo en las paredes. Así fue. Aunque los días previos las autoridades estuvieron en estado de alerta y tomaron toda la ciudad, llegado el día 12, el pueblo se levantó contra el rey.

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