Las carreteras francesas están ideadas para que el conductor no acelere y evitar accidentes entre coches, pero no para que pase el Tour, con un centenar de corredores a toda pastilla. Son un infierno para las bicicletas. A los ciclistas les da igual los controles por radar que aparecen cada dos por tres y que obligan, sí o sí, a mantener la velocidad marcada y con ello la seguridad vial. Se convierten en un infierno cuando se va por las carreteras principales en bici. Sobre todo, al entrar o salir de las ciudades.

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